El se sabía un camino
que le enseño una sirena;
que le enseño una sirena;
caminito de la arena
hacia un jardín submarino.
¡Que bien que se lo callaba!
¡Y que bien que se sabia
el camino que llevaba
sus pasos donde el quería!
Desnudo de pierna y pie,
en la paz de una alborada
por su camino se fue;s
e fue diciendo cantares
con su esportilla dorada,
igual que un Dios de los mares,
desnudo de pierna y pie.
La playa guardo su huella,
y, desde la aurora aquella,
los anchos mares sonoros
aprendieron las tonadas
que el solía pregonar:
-¡Los buenos cangrejos moros
y las bocas mariscadas
anoche en la bajamar!
Y aun la marea que viene,
sube que sube, detienes
un empuje verde y sonoro
para no borrar la huella
de su pie, que es una estrella
sobre la arena de oro.
Igual que pasa una vela
llena de sol sobre el mar,
paso dejando una estela
de gracia y luz al pasar:
un aire de su cantar,
una huella de su pie,
un dejo de su cariño
y esta leyenda del niño
mariscador que se fue..
Jose María Pemán
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